Muchas veces, el lenguaje coloquial los usa casi como sinónimos, pero son ideas diferentes aunque en el Diccionario de la Real Academia Española de Letras (RAE) se vinculen entre sí.
Mientras que en la RAE la honradez es definida como “rectitud de ánimo, integridad en el obrar”, la honestidad es la “cualidad de honesto”, lo que a su vez implica ser “decente o decoroso; recatado, pudoroso; razonable, justo; y probo, recto, honrado”, en sus diferentes acepciones. La última mención profundiza la confusión en torno a dos significados que no alcanzan a mostrar las profundas diferencias que existen entre los términos que se escuchan y se leen a diario.
Las palabras tienen implicancias concretas, no son simples sonidos de aire espirado. Son construcciones ideológicas que conllevan su peso y su importancia, las que se reflejan en la aplicación que se haga de ellas y en la incidencia que tengan.
La honradez se vincula con el respeto a la ley y a las normas; mientras que la honestidad, con la ética y la moral. Así honrando será aquel no se queda con lo que no le pertenece, el que no roba, hurta o estafa, ni logra ingresos que no le corresponden a su sacrificio y trabajo. Es quien cumple con los preceptos que una sociedad se impone a sí misma a partir de los legisladores y que acata lo establecido.
El honesto, en cambio, es el que dice lo que realmente piensa, el que no engaña, no miente, no promete en vano una cosa y luego hace otra.
Que no sean lo mismo no significa que se contrapongan. Por el contrario, honestidad y honradez son ideas complementarias que se suman entre sí y no se repiten. La ausencia de la primera puede tener implicancias judiciales; y la falta de la segunda, la pérdida de confianza y de credibilidad. Ambas conllevan el escarnio público.
En estos tiempos de alta exposición de los hombres y mujeres públicas (más todavía en la caza de votos) y de los privados en las redes sociales (donde las contradicciones suelen quedar al descubierto) es buen momento para de escudriñar la honradez y la honestidad del otro. Quedarse solo con uno de esos dos términos para confiar en él es apostar a menos, es conformarse con poco.